jueves, 10 de febrero de 2011

DIARIO VACACIONES DE NAVIDAD



24 de diciembre de 2010
El día no podría haber comenzado mejor. Arribé a la ciudad condal con mis ojos adormilados todavía, reflejando un sueño necesario y reparador, pues en el transcurso del viaje desde Madrid, me tocó compartir asiento con un marroquí de huesos alargados y musculatura imponente. Tenía los ojos inyectados en sangre y nada más llegar a las dependencias de mi parentela, consagré mis caminares hacia la habitación en donde dormité necesariamente, hasta que se ocultó el sol y entonces pude disfrutar de una cena junto a la familia de la novia de mi primo. Ésa noche no salí, mis oídos balbucearon hasta altas horas de la noche.

25 de diciembre de 2010
Como era de esperar, fue un día de visitas guiadas por la ciudad condal, olvidándome de de las cosas más horribles que me pasaron en este año que ahora acaba: perder el abono transportes el mismo día que lo compré, hecho que me llevó a maldecir en mis adentros sin reparo alguno, acabar en el hospital por la ingesta abusiva de alcohol y perder en medio de los exámenes de junio a un familiar muy cercano. Así mismo evoqué los mejores recuerdos de este año: una semana lujuriosa en Bruselas, el seis a cero del Madrid al Barcelona y mi premio Cervantes por mi libro “Ojos saltones”. Pero además de esto, me habría gustado conquistar el corazón de Pilar Rubio, escalar el Himalaya o conocer de primera mano a Miguel Delibes.

27 de diciembre de 2011
Leí tres libros de terror preso del horror y, no conforme con esto, me perdí de noche por los sitios no menos terroríficos de este lugar. Me vi envuelto en un tumultuoso bullicio entre dos tribus de senegaleses opuestos. Unos con cuchillos y los otros defendiéndose con los propios puños. Corrí como un ex convicto sin retroceder mis ojos, no necesité motivos superiores, sólo corrí como espectro que seduce Belcebú.  No quería que me confundiesen con los envueltos en este griterío. Mis oídos finos me rigieron por el buen sendero de regreso.

31 de diciembre de 2010
Fue un día especial, diferente como los pintorescos ojos de cada persona. Preparé personalmente la cena de noche vieja como hacía antaño mi madre. Mi extremado olfato juzgaba los deliciosos manjares que preparé aquel día. Mis manos como palas, agitaron el arroz que con tanto esmero preparé. A las once cenamos y nos comimos las uvas como es tradición sin que alguno de los presentes se saltase las campanadas y fuera a su ritmo, abriendo y cerrando los ojos como platos.

1 de enero de 2011
Día de resaca y reflexión personal. No me desperté hasta que todo mi cuerpo me lo permitió. Tenía un sabor agridulce en la lengua que propició reiteradas arcadas. Mi alargada lengua parecía la de una víbora siamesa. Cuando hubieron pasado los efectos secundarios del whisky decidí auto inculcarme los conocimientos del “callo of duty” jugando insaciable a la consola. Están cerca los exámenes y hay que estudiar.

6 de enero de 2011
Es el día del cumpleaños de mi hermano pequeño, por lo que no tarde mucho en llamarlo para felicitarlo. Se alegró mucho y me prometió que el día del mío se acordaría, porque normalmente se le olvida. La fatiga inundó mis ojos despampanantes y me despedí apresuradamente de él. Necesitaba descansar un poco tras estudiar sideralmente, evitando el ruido con tapones en mis oídos inexpugnables.

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